miércoles, 3 de febrero de 2021

QUINCE (Arista)

 


En el momento en el que la libertad de expresión se ve limitada de alguna forma, por pequeña que sea y justificada que esté, deja de existir irremediablemente.

En lo que a la libertad de expresión se refiere no existen peros ni grises, o es plena y absoluta tanto para personas normales como para indeseables, o directamente no la hay ya que la opinión de unos limita la opinión de otros.

El debate hoy en día, al contrario de lo que piensan muchos, no es si existe o no la libertad de expresión, sino si debería haberla o de qué manera habría que regularla aceptando su inexistencia.

U.S

Antes de levantarse David hizo un repaso al local con la mirada, Irene no había aparecido por ningún lado ¿Estaría bien?

-¿Ocurre algo? –Preguntó Alex viendo que no se movía del sitio, David negó con la cabeza. Pasara lo que le pasara a su tía, no podía esperarla, además, ese día le había demostrado que se las sabía apañar bien ella sola. Aun le daba escalofríos recordar la frialdad con la que Irene había eliminado a aquellas personas, sus recuerdos de ella cuando era niño se habían desvanecido dando paso a alguien completamente extraño.

Siguieron a Susana hasta la puerta que había en la pared del fondo,  en ella el cartel puesto en grande dejaba bien claro, “Solo personal”

Susana acercó la mano al manillar y abrió la puerta.

-¿No está cerrada? –preguntó David extrañado.

-Hay puertas que solo ciertas personas pueden abrir. –dijo Susana haciéndose a un lado para dejarles pasar. –yo me quedo a este lado, ha sido un placer David. Vuelve cuando quieras, espero que la próxima vez tatuado, después de lo de hoy,  no volveremos a hacer una excepción. –le dio un beso en la mejilla a modo de despedida. David no había pensado en eso ¿De verdad tendría que marcar su cuerpo con la imagen de aquella mariposa? Si de verdad quería vivir en ese mundillo, si de verdad quería ser un no nacido, no le quedaba otra que hacerlo.

Alex y él entraron en una sala de unos cuarenta metros cuadrados de muros y suelo de piedra, en el centro se situaba una mesa de madera cuadrada y ocho sillas alrededor. El ambiente estaba impregnado por un fuerte olor que no lograba reconocer.

 En la pared contraria a ellos, se situaba una puerta de las mismas características que la que acababan de cruzar.

Al entrar, David se percató del sonido de un charco bajo sus pies, bajó la mirada dándose cuenta en ese momento de que el suelo estaba cubierto de sangre aún sin secar fuente de aquel penetrante olor.

-No nos ha dado tiempo a limpiar. –se limitó a decir Susana desde el resquicio de la puerta.

-Bienvenido a la arista. –dijo Alex que ya estaba en el centro de la habitación pisando sin ningún tipo de reparo aquel enorme charco que abarcaba toda la sala. –todo punto de cruce tiene una habitación que sirve de nexo entre los dos universos. Se podría decir que está en una suerte de limbo, al igual que nosotros, en términos existenciales no existe, pero sin embargo aquí está.

-¿Qué ha ocurrido aquí? –dijo David horrorizado, allá donde mirara solo  había sangre. No había terminado de escuchar la explicación de Alex, aquello parecía salido de una película de terror.

-Ha sido un día muy largo, y no solo para ti. –se limitó a contestar con una sonrisa en la boca.

David avanzó unos pasos tratando de pisar los huecos libres donde aún se podía ver el adoquín de piedra, el olor le estaba revolviendo las tripas, la piel se le había vuelto blanca por las nauseas. A su espalda pudo oír cómo cerraban la puerta dejándoles solos, la canción de “Blood in my name” llegando al estribillo fue lo último que escuchó antes de quedarse completamente en silencio.

-Me encanta este momento. –dijo Alex. –ahora mismo no existimos y a su vez lo hacemos, la perfecta caja de Schrödinger, no existe mapa que nos diga dónde nos encontramos. Las puertas a ambos universos están cerradas y nosotros, en medio. –a David le empezó a entrar claustrofobia al oír esas palabras, separó una de las sillas de la mesa y se sentó tratando de relajar la respiración, solo quería salir de ahí, el olor a sangre lo impregnaba todo, se apoyó en la mesa, estaba toda pegajosa, se separó rápidamente arrepintiéndose de no haber comprobado la silla antes de sentarse.

Alex se mantenía de pie en su sitio mirándole divertida, su rostro no mostraba ningún signo que demostrara que todo aquello fuera extraño para ella. ¿De verdad iba a ser así su vida a partir de ahora?

La respiración fue violentándose cada vez más, las paredes le daban vueltas, se tapó la cara con las manos para centrarse en sí mismo.

Los segundos se le hicieron eternos pero no tardaron en abrir la puerta que había al otro lado de la sala. David levantó la cabeza más tranquilo volviéndose a encontrar con Susana esperándoles con la mano aun en el picaporte, había estado a punto de entrar en pánico.

Se fijó en que se había cambiado de ropa, no, no era Susana, era su homóloga, su gemela. Aun le costaba creer en todo aquello.

-Bienvenidos al otro lado, habéis tardado más de la cuenta. Dejadme adivinar, mi “hermana” os ha invitado a unas copas antes de iros. –Alex se rió confirmando su sospecha.

-Susana, te presento a David. La última vez que le viste no estaba muy consciente que digamos –dijo divertida. Justo cuando iba a cruzar la puerta Susana se puso en frente impidiéndole el paso.

-Con él hacemos una excepción pero no contigo, ya sabes, burocracia.

Alex asintió y se remangó el brazo derecho enseñando el tatuaje de la mariposa Saturnia Pavonia, Susana miró detenidamente el dibujo por un segundo y se apartó dejándoles pasar.

-Limpiaros antes los pies en el felpudo no me vayáis a dejar todo el local manchado.

David se vio de nuevo en el Yelinas cruzando la misma puerta de “Solo personal” que había cruzado minutos antes. No pudo evitar mirar hacia atrás completamente desorientado.

-Estamos entonces…

-En tu ciudad natal, la que conociste toda la vida y de la que escapaste por un tiempo. Esta sí que sí.  –dijo Alex. –al principio es muy desconcertante pero te acabas acostumbrando.

Susana volvió a cerrar la puerta y se dirigió a la barra a seguir con lo que estaba haciendo. Los clientes de alrededor seguían con sus vidas sin enterarse de lo ocurrido, David se dio cuenta de que extrañamente allí estaban las mismas personas que al otro lado.

-Los universos unidos son prácticamente exactos entre sí, las diferencias son muy sutiles. –le explicó Alex adivinando en qué estaba pensando en esos momentos.

David miró el reloj, eran poco más de las doce.

-¿Y ahora qué? –preguntó.

-Ahora nos vamos a descansar. No sé yo, pero tú necesitas una ducha.  No te preocupes. –dijo aun leyéndole la mente. –verás cómo todas tus cosas están donde las dejaste, tómate esto como si hubieras salido de la ciudad durante un día, al fin y al cabo, es lo que realmente ha ocurrido. –dicho esto levantó la mano a modo de despedida y se dirigió hacia las escaleras. –si aun quieres participar en todo esto nos vemos mañana por la noche en la misma mesa, entonces nos pondremos al corriente.

David se quedó un rato de pie sin saber qué hacer, lo cierto es que no estaba aún preparado para volver a salir a la calle. Se sentó en un taburete en la barra.

-¿Un día duro? –era la misma chica que le había dado la foto del tablón días antes. –la vez que me enteré de todo este asunto de los universos paralelos también me quedé catatónica, recuerdo que me pasé los tres días siguientes agarrada a la botella.

-¿Tú también eres…?

-No, no, yo solo trabajo para ellas. –dijo refiriéndose a las Susanas. Con el tiempo me gané la confianza para que me mostraran la verdad. A día de hoy aún me cuesta creérmela, no me está permitido cruzar al otro lado. Pero ahora no tendrás ganas de hablar de ello,  ¿Y bien? ¿Qué te pongo?

Pidió otra cerveza y un paquete de cigarrillos. Cuando se la hubo acabado fue a pagarla, pero la chica no le dejó,  se levantó y salió a la calle no sin antes despedirse y dirigir una última mirada a la puerta de solo personal.

Fumó tranquilamente en la entrada, todo parecía que estaba igual, no veía diferencia, se aseguró de que nadie le estuviera mirando y empezó a caminar. No estaba en condiciones para conducir por lo que decidió ir andando hasta el hotel rezando por que le reconocieran cuando llegara, a demás, le venía bien el aire fresco para despejarse y aclarar las ideas.

Estaba nervioso, a cada paso que daba miraba a su espalda para cerciorarse de que no había nadie siguiéndole. Tardó una media hora en llegar al hotel, y unos diez minutos en decidirse a entrar.

Su corazón le latía cada vez con más fuerza según se acercaba más y más al hombre del mostrador, rezaba porque todo hubiera vuelto a la normalidad.

Al verle le sonrió, se tranquilizó y una ola de alegría le recorrió todo el cuerpo.

Pidió la llave de su habitación, el hombre le pidió los datos, el tiempo que tardó en buscarlos en el ordenador se le hizo eterno, finalmente volvió a sonreír y  se la tendió amablemente, era exactamente el mismo hombre que ese mismo día por la mañana había acabado llamando a la policía.

Todo era muy extraño, decidió subir por las escaleras, no podía esperar al ascensor, quería llegar lo antes posible a su cuarto.

Al entrar en la habitación no pudo evitar rebuscar entre sus pertenencias, pese a que sabia el resultado, quería cerciorarse de que todo estuviera allí, en su sitio, tal y como lo había dejado.

Se metió en la ducha no sin antes asegurarse de que había dejado la puerta bien cerrada, puso una botella de cristal que tenia vacía encima del picaporte solo para quedar más tranquilo.

No supo cuánto tiempo estuvo en el baño, el agua caliente le tocó la piel dándole una sensación de tranquilidad que no había tenido hasta el momento, “mejor que el sexo” no pudo evitar pensar con la tensión por los suelos. No recordaba una ducha que le hubiera sentado tan bien.

Al salir se encendió otro cigarro y se puso los auriculares, la música seria el ingrediente perfecto para terminar de relajarse.

Se acercó a la gabardina tirada en el suelo para coger el móvil de su bolsillo. Nada más meter la mano se encontró con algo que no debería de estar allí. Al principio no se atrevió a moverse.

David lo sacó extrañado, era el diario de Iván ¿Cómo había llegado hasta allí? De repente recordó el inesperado abrazo que le había dado Jaime en el edificio de escuelas mayores, ese abrazo que había sido la chispa que había provocado un incendio de sensaciones. ¿Habría sido él quien se lo había metido en el bolsillo sin que se diera cuenta? Si había sido así ¿Cómo lo había conseguido?  Con todo lo sucedido no se había percatado del peso extra hasta ese momento. Miró su mano aun dolorida, la hinchazón ya había desaparecido.

Pasó sus páginas rápidamente y leyó de nuevo el único fragmento que le había dado tiempo a leer antes de que le interrumpieran en el piso de Jaime. Parecía que aquello había ocurrido hacía mucho tiempo.

“Siempre estuvimos solos, nacimos solos cuando no deberíamos de haber nacido, un error, uno entre infinito, nunca fui consciente del peso de mis actos hasta ahora,  ahora me da miedo  a dar tan siquiera un paso.

Ella me escogió para encontrarla, ella es como yo, como lo es David, como lo fueron Álvaro, Borja y Carlos ya desaparecidos para siempre”

-Como lo fueron Álvaro, Borja y Carlos. –repitió para sí mismo. ¿Acaso ellos también eran no nacidos? ¿Qué posibilidad había? Según Jaime la escalera se había protegido a si misma  generando más errores de lo normal a su alrededor pero, ¿Hasta qué punto podía ser eso cierto? Le preguntaría a Alex sobre el tema al día siguiente.

David se percató de que había algo suelto entre aquellas páginas, una especie de cuero doblado y una nota. Estaba algo húmedo al tacto.

Cuando lo abrió lo tiró al suelo horrorizado.

Ante él se encontraba el tatuaje de Jaime.

Tardó unos minutos en recogerlo del suelo no sin desagrado, ¿Sería realmente piel humana?  Estaba bastante claro que era cuero, que aquello había sido desollado de algún tipo de animal ¿Cerdo tal vez?

David tuvo que admitir la terrible realidad ¿A quien quería engañar? No paraba de negarse lo que estaba claro.

Ese tatuaje había pertenecido a alguien, de Jaime no era, ya que le había visto mostrándoselo al hombre de la biblioteca para que les dejara pasar. Extrañamente era idéntico al suyo sin embargo.

¿Era posible que se lo hubieran arrancado a una persona? Era un trozo de unos veinte por veinte centímetros, lo suficientemente grande como para suponer que la persona de la que le había sido extraído, no debería seguir viva o debía estar soportando un sufrimiento inimaginable.

Lo dejó a un lado extendido en la mesa de la habitación de hotel, tenía ganas de vomitar, solo pensar en el tacto... aun parecía reciente, no había perdido la humedad. Frotó los dedos con los que la había cogido notando los restos de grasa que se habían quedado en ellos. Se lanzó corriendo al baño a lavarse las manos, las arcadas se transformaron en un vaciado de estómago de todo el alcohol que había bebido esa noche.

Lloró y vomitó todo lo que pudo abrazado a la tapa del váter, estaba harto de aquella situación.

Al salir, David cogió la hoja que se había caído junto con el trozo de cuero, parecía arrancada del mismo cuaderno,  era la letra temblorosa de Jaime, de eso no había ninguna duda, siempre se habían reído de su párkinson a la hora de escribir.

En ella había escrito dos direcciones.

“Plaza de Gabriel y Galán 13.

Plaza de Gabriel y Galán 14

(Pregunta por S.J, él te ayudará)”

Eran claramente unas indicaciones dirigidas a él, ¿Por qué si no le habían dejado en el bolsillo de su gabardina todo aquello? Dejó el papel a un lado junto con el tatuaje.

Cogió el móvil, le habían llegado un montón de llamadas perdidas y mensajes de golpe, parecía que durante ese día habían intentado ponerse en contacto con él sin éxito.

Había varias llamadas perdidas de los padres de Iván, de repente se dio cuenta de que se había perdido la comida con ellos. Miró al reloj, ya eran más de la una, era demasiado tarde para mandarles un mensaje por lo que decidió que iría a visitarles por la mañana.

También tenía un mensaje de su padre.

“Sabemos que no tenemos por qué saber de ti todos los días, pero ahora que has vuelto, por favor, no desaparezcas, te quieren, papa y mama”

No pretendía desaparecer, ya no, su vida había dado un vuelco, estaba sin empleo y poco a poco los ahorros se irían desvaneciendo, pero había decidido quedarse por allí durante un tiempo, no huiría, a la noche siguiente se reuniría con Alex y entonces, decidiría qué hacer.

Se puso los auriculares, los conectó al teléfono móvil y se puso la canción de  “Recuerdo” de Ismael Serrano, esa canción le ponía los sentimientos a flor de piel siempre que lo necesitaba, era la mezcla perfecta de añoranza y alegría.

Cogió la foto que había dejado en la mesilla de noche donde estaba toda la panda reunida y se tiró en la cama.

Álvaro, Borja, Carlos, Iván… si era cierto lo puesto en el diario, no les volvería a ver más pese al nuevo descubrimiento de los universos paralelos.

Pensó en Alex y en lo que le había contado sobre sus hijos, sobre cómo los desaparecidos se aprovechaban de esos sentimientos para aumentar su poder. Sobre cómo ella había estado dispuesta a matar a su propia homologa para volverlos a ver ¿Estaría dispuesto él a hacer lo mismo en las mismas circunstancias? Le costaba imaginárselo. Una rabia le recorrió todo el cuerpo.

Ya no le importaba que hubieran intentado matarle, bueno, a decir verdad le seguía importando un poquito, pero ahora veía un todo más grande, odiaba a aquellas personas por lo que hacían, por intentar convertir a la gente en algo que no deberían ser, aprovecharse de su sufrimiento.

Cerró los ojos escuchando cada letra de aquella canción, estaba cansado, destrozado y derrotado a partes iguales, tenía el diario de su amigo asesinado y un trozo de piel humana de no sabía quien, en la mesilla de su habitación, tenía unas indicaciones escritas por un yonqui para que fuera a un lugar determinado, sin saber el por qué, y reunirse con alguien del que solo se sabía sus iniciales, tenía que volver a ver a los padres de su colega muerto, volver a ver a sus propios padres y reunirse con la mujer que le había drogado la noche anterior. Tenía a una tía homicida que había desaparecido cuando era pequeño y que había vuelto como si nada solo para volver a desaparecer, ¿Dónde coño se habría metido Irene?

No llevaba más de ¿Cuánto? ¿Tres? ¿Cuatro días en aquella ciudad?

Necesitaba descansar, no podía ni imaginarse lo que le podría ocurrir en los días venideros pero los niveles de estrés solo habían aumentado desde que había llegado. Puto Iván, ¿Por qué había tenido que morirse?

Se aseguró de que la botella seguía puesta en el picaporte de la puerta, se aseguró de que las ventanas estaban bien cerradas, volvió a cerrar los ojos y descansó.

Mañana seria otro día pero en esos momentos no quería saber más de nada. ¿Quién sabe? Lo mismo se despertaba al día siguiente descubriendo que todo había sido un sueño.

En sus oídos Ismael Serrano cantaba, “perezoso resucito, bienvenido al mundo.”

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