miércoles, 17 de febrero de 2021

DIECISIETE (Midwife)

 


Hoy me he pasado la mañana en la biblioteca. No sé cuantos años hacia que no pisaba una.

Le he dicho a Jess que me iba al gimnasio, y a decir verdad, me ha extrañado hasta a mí el no haber hecho ese recorrido.

He pensado que si en algún sitio tenía que haber información sobre la escalera, tenía que ser en una de las muchas bibliotecas de Salamanca, por lo que he decidido empezar con la Pontificia. Qué mejor biblioteca que la de la universidad privada para iniciar mi búsqueda. Esta gente siempre tiene pasta para invertir en papel y conocimiento.

He tenido una sensación muy extraña al estar en ese ambiente, ¿Te imaginas por un segundo? ¿Yo? ¿Entrando en una biblioteca de una universidad?

Al principio he creído que me iban a echar nada más verme la cara.

He tenido que preguntar a un par de personas para que me señalaran la dirección. Cuando he entrado, se han limitado a mirarme mal pero nadie se ha atrevido a decirme nada. Simplemente me vigilaban, expectantes de que hiciera algo que justificara el llamar a seguridad.

Lo cierto es que no puedo echarles en cara ese comportamiento. No hace más de unos días atrás, antes de haber conocido a Alex, hubiera montado todo un espectáculo al estar rodeado de estos mismos pijos.

Pero hoy no, hoy iba con un objetivo claro.

I.C


 

-¿Un punto limpio? ¿En serio?

-¿Qué problema le ves? Ellos saben deshacerse de todo tipo de objetos dañinos para la naturaleza ¿Por qué no iban a hacerlo con material orgánico?

-Ese material orgánico antes fue una persona, no es como si intentáramos deshacernos de los restos de una comida.

-Bueno yo tampoco diría tanto pero entiendo tus preocupaciones. Tranquilo, el que lleva este lugar sabe muy bien lo que se hace.

-¿Otra alfombra Irene? –oyeron que les decía una voz que salía de la caseta del encargado. Habían aparcado justo en la entrada y se habían asegurado de cerrar bien la reja antes de sacar el paquete de la parte de atrás del Chrysler. Tras la voz le siguió un hombre más ancho que alto que andaba con una cojera fruto de una pierna ortopédica.

-Salamanca cada día está más peligrosa para una pobre mujer soltera como yo. –Irene se remangó dejando ver el tatuaje, él se quedó un momento mirándolo.

-Y tú cada vez eres de gatillo más fácil. Dejadlo donde siempre. Llamaré para que lo recojan esta misma noche. ¿Tiene algún tipo de identificación que demuestre la razón de su muerte?

-El anillo de Ubi Sunt de los desaparecidos.

-¿Otro más? ¿Pero cuántos de estos hijos de puta hay en este mundo? Espera, no te habrán seguido. –Irene le dirigió una mirada  que valió como respuesta. – ¿Y este quién  es? –preguntó señalando a David y mirándole de arriba abajo.

-Pablo, te presento a mi sobrino David. Está aprendiendo el oficio. Después de que dejemos esto le llevaré con la tatuadora.

-Ya lo que faltaba, otro más como tú.

Llevaron la alfombra a un almacén de carga y descarga que había detrás de la oficina. La dejaron apoyada en la pared ahí mismo, a plena vista de todos.

-No me goteará ¿No? La última vez casi me dejo la espalda intentando quitar la mancha.

-Fue un tiro limpio, puedes estar tranquilo. –la normalidad con la que hablaban del tema era la misma que si hablaran de una bolsa de basura.

-Aún me debes los gastos del último envío.

-Luego me pasaré sin falta a saldar cuentas. Gracias por esto.

-Descuida. –miró a David. –ten cuidado con ésta chico, nunca se sabe por dónde va a salir. –abrazó a Irene, le dio la mano a David  y se volvió a meter en la garita.

-¿Así de fácil?

-Así de fácil. Ahora vamos, tenemos otra cita.

Se volvieron a meter en el Chrysler.

-¿Cómo conseguiste todo esto? ¿Cómo es que trabajan para ti todas estas personas?

-A algunos los he ayudado en algún momento que lo necesitaron, otros,  por así decirlo,  son herencia de tu abuelo. Estas personas al igual que sus familias, saben la verdad. En su momento se vieron envueltos en ella afectando de lleno a sus vidas. Tu abuelo les ayudó, les dio un sentido a aquello que les estaba ocurriendo, y ellos, como agradecimiento, decidieron estar ahí cuando lo necesitara.

Esto pasó de padres a hijos y la deuda que había quedado más que saldada pasó a convertirse en una forma de ser, una forma de vida.

Todos decidimos tener un propósito.

-Pero entonces Carlos...

-En su momento trabajaba para el Yelinas. Un día, unas personas intentaron extorsionarle para que una noche les dejara la puerta abierta. Querían que hiciera la vista gorda en lo que ellos transportaban medicamentos y comida.

Después de la guerra, eran muchas las personas que hacían contrabando entre universos, simplemente multiplicaban los escasos recursos de esta forma.  Saqueaban un universo para dárselo al otro.

Él se negó. Aquel mismo día atacaron a su mujer y a su hija. Fue tu abuelo, mi padre, quien evitó que murieran y se aseguró de que estuvieran a salvo.

 Carlos estuvo a punto de morir en aquel asalto. Mi padre me contó que le abrieron el canal dejando al aire todas sus tripas. Consiguieron salvarle de milagro pero su cuerpo no volvió a ser el mismo.

Desde entonces nos ayuda siempre que puede. Cuando murió mi padre, esa deuda la mantuvo conmigo. Enseñó a su hija la realidad y esta decidió continuar a su vez con el propósito de su padre, y así, poco a poco, se fue formando la red.

-¿Y el de la pierna ortopédica?

- ¿Quién? ¿Pablo? él por otro lado, fue enteramente cosa mía.

 Sus contactos con camioneros y transporte de basuras hicieron que una mafia se fijara en él. Hay que reconocer que el tío es un experto a la hora de hacer desaparecer cosas.

Durante uno de sus trabajos, se vio envuelto en un asunto muy turbio de trata de blancas. Él al principio no sabía nada, simplemente tenía que mover una mercancía desde Valladolid hasta aquí.

Esta mafia se había hecho con uno de los puntos de cruce de la capital sin que nos diéramos cuenta. Se dedicaba a secuestrar mujeres y niñas del otro universo para ponerlas a trabajar en este.

Pensándolo fríamente era un plan perfecto, los que buscaban a las desaparecidas simplemente no buscaban en el mundo correcto, era imposible que les pillaran.

Cuando Pablo se dio cuenta de lo que estaba haciendo recurrió a la policía, fue en ese momento cuando nosotros nos enteramos de todo y pudimos hacer algo al respecto. Por desgracia, a Pablo le partieron las piernas antes de que nosotros llegáramos. Una de ellas, como pudiste ver, se acabó gangrenando y tuvieron que cortar.

A cambio de eso él decidió hacerse cargo de ciertas cosas por nosotros de vez en cuando.

Ya sé que este trabajo puede ser duro. –dijo Irene viendo que David se había quedado callado. –la idea del multiverso da una libertad que transforma a las personas, les permite hacer cosas horribles sin remordimiento alguno. Para eso estamos nosotros aquí.

No te preocupes, necesitarás entrenamiento y habituarte a todo esto, pero me tienes a tu lado. No estamos solos, la gente nos ayuda con lo que puede, algunos vigilando, otros deshaciéndose de cadáveres, algunos hasta nos financian. Por cada psicópata hay una buena persona en nuestro grupo, no lo dudes.

El resto del viaje lo hicieron prácticamente en silencio.

David empezó a tener ciertas sospechas de hacia dónde iban según se acercaban a su destino.

-Gabriel y Galán 13. –se habían parado enfrente de una tienda de tatuajes situada justo en frente de la biblioteca. Ante él estaba el cartel que ponía “Midwife” era un nombre un poco extraño para un negocio de ese tipo.

Irene le estaba esperando en la puerta.

-Se que da miedo hacerse el primero, pero créeme que en esto, como en todo, solo es empezar.

La siguió pendiente de todo lo que le rodeaba, ¿Acaso Jaime le había enviado a aquella tienda por esa misma razón? Se había fijado antes de entrar que el número 14, también indicado en la nota, correspondía a la dirección de la propia biblioteca de Gabriel y Galán.

Todo parecía normal, aunque no tenía muy claro qué era lo que esperaba ver. Era un local medianamente pequeño, con una entrada separada de la parte de atrás donde se situaba un sillón con todos los artilugios necesarios.

Las paredes estaban abarrotadas de fotografías de tatuajes e ilustraciones de los mismos. David buscó por todos lados tanto la mariposa como el cuervo pero no encontró nada que se le pareciera.

La dependienta se les acercó nada más verles. Tenía todo el cuerpo tatuado, solo la cara estaba limpia de tinta. Parecía joven, debía de tener más o menos su misma edad. Tenía el pelo completamente recogido en un moño alto dejando ver el tatuaje de una carta con una mujer en ella, a sus pies ponía en una perfecta caligrafía, “La papisa”. David supo enseguida que se trataba de uno de los arcanos mayores del tarot.   

Le dio un abrazo a Irene y se acercó directamente a él.

-Llevaba tiempo esperando a que tu tía te trajera. Ya era hora de que conocieras quien eres. –él  asintió sin saber muy bien qué decir. –el  proceso lleva su tiempo ya lo sabes. –le dijo a Irene.

-Te dejo en buenas manos. Estaré en el bar de enfrente esperándote, pásate una vez hayáis acabado. –y salió por la puerta sin decir nada más.

-Soy Andrea.

-David.

Se dieron dos besos. Ella se dio media vuelta y le invitó a entrar a la parte de atrás. La siguió sin decir nada hasta una puerta que le había pasado desapercibida en un primer instante. En ella había un cartel de solo personal, David se puso nervioso en el acto.

-Tranquilo, no es ningún punto de cruce. –le dijo divertida. Abrió y entraron encontrándose en otra habitación aun más pequeña.

Se fijó nada más entrar en el extraño suelo de aquella estancia. Estaba formado por distintas clases de pavimentos. Aquello parecía un tablero de ajedrez. Había varios tipos de madera, piedra, plástico, incluso arena y cristal. Cada material formaba un cuadrado de no más de veinte centímetro de lado.

-Pisa sin miedo, se que puede sorprender al principio.

En el centro de la sala se encontraba el sillón y justo al lado una mesa con las tintas y distintas herramientas.

Estaban prácticamente en penumbra siendo el único punto de iluminación una telaraña de neón de luz negra que ocupaba toda la pared del fondo.

Los ojos de Andrea, en esos momentos habían pasado a ser todo pupila mostrando un aspecto completamente inhumano.

-Soy una tatuadora. –la voz también le había cambiado, ahora tenía más profundidad, más fuerza, revotaba en las paredes de aquella habitación generando un eco extraño. –pero mi labor principal no es hacerte el tatuaje, sino saber si eres quien dices ser para poder portarlo.

Le tendió la mano con la palma abierta y un objeto esférico en ella. Al cogerlo se dio cuenta de que era un dado de veinte caras.

-Las reglas son muy sencillas. Primero eliges una superficie en la que tirar el dado, tiene que ser una elección propia, cada superficie supondrá un resultado diferente. Si el resultado es par, tendrás tu pasaporte, si es impar, nos despediremos aquí mismo y cada uno seguirá por su lado.

David se quedó desconcertado ¿Iban a dejar a la suerte la decisión de ser un no nacido? No lo entendía.

-Si realmente eres un error no tienes nada que temer, ahora elige y tira.

Se quedó un rato mirando el damero del suelo, cada cuadrado de distinta textura, color y material. Si lo tiraba en la arena, el dado se clavaria sin dar la oportunidad de rodar, si por el contrario, lo tiraba en goma, revotaría más de la cuenta, ¿Cuál era la decisión correcta?

Andrea le esperaba silenciosa sin dar el menor indicio de impaciencia.

Finalmente se decidió por lo que parecía una baldosa de cerámica sin pulir. Se agachó y empezó a mover el dado entre sus manos, ¿Qué pasaría si sacaba impar? La nueva forma de vida de la que se había estado mentalizando dejaría de existir, volvería a ser un perdedor, sin trabajo, sin dinero, sin amigos, sin ningún objetivo. Por otro lado, se alejaría de aquel mundo en el que le habían intentado matar varias veces en un solo día.

Sintió que una rabia crecía dentro de él debido a la impotencia de dejar aquello a la suerte. Nunca le habían gustado los juegos de azar.

No se lo pensó más, tiró sobre la baldosa y cerró los ojos rezando no muy bien por qué resultado.

El dado chocó contra la cerámica y rodó unos centímetros antes de quedarse quieto.

Esperó a oír alguna reacción por parte de la tatuadora pero no hubo respuesta, abrió los ojos.

17, impar. No sabía muy bien por qué pero se sintió aliviado y a la vez desilusionado, parecía ser que iba a volver a su vida normal. ¿Regresaría a Granada? Aun no lo tenía decidido. Volvió a coger el dado, se levantó tranquilamente y se giró hacia Andrea.

Estaba con los ojos cerrados, de pie, haciendo caso omiso a todo lo ocurrido.

-Ha salido impar. –dijo aun sin mirarle.

-Supongo que eso es todo. Ha sido un placer conocerla. Sé dónde está la salida.

Andrea no hizo ningún movimiento. Él se dirigió a la puerta tras dejar el dado en una mesa.

-El tatuaje nos llevará unas dos horas. Será mejor que te quites el abrigo y te pongas cómodo en el sillón. Yo prepararé las tintas.

David se paró con la mano ya en el picaporte.

-Pero he sacado impar.

-Has venido a por la Saturnia y yo te la estoy ofreciendo, la quieres o no. –volvía a tener la voz suave con la que se había presentado en la entrada.

Se quitó la mochila y el abrigo y los dejó a un lado. Se sentó en el sillón y esperó a que Andrea hubiera acabado con los preparativos.

-¿Dónde lo quieres?

La verdad es que no lo había pensado. Aun no se hacía a la idea de estar allí a punto de manchar su cuerpo en tinta.

-Antebrazo está bien.

-Derecho o izquierdo

 

Tal y como había calculado, pasaron dos horas. Él sentado aguantando el dolor, ella tatuando concentrada en las numerosas líneas que acabarían formando la mariposa. Ninguno de los dos dijo nada.

Una vez hubo acabado David lo miró fijamente.

Era la Saturnia Pavonia, la misma pero diferente, le había dado unos toques de color amarillo en las alas dándoles más volumen. En esos momentos la piel estaba roja y sensible. Le dio una especie de pomada y le envolvió el brazo en plástico.

-Es como cualquier tatuaje, te lo tendrás que cuidar hasta que se cure. Para cualquier cosa aquí mi tienes, no dudes en pasarte. –le dio el bote de crema que acababa de usar. Parecía cansada, no había parado hasta haberlo acabado. Había que reconocer que el resultado era magnífico, irreproducible, la cantidad de líneas que había en aquel dibujo era imposible de contar.

-¿Con esto ya podré pasar los puntos de cruce sin problemas?

-Es como un pasaporte, personal e intransferible, nadie en el mundo tiene uno como el tuyo, aunque si hay muchos parecidos.

Ya formas parte de los no nacidos. –no sabía cómo sentirse ante aquellas palabras. Se levantó del asiento y le pidió a Andrea que le acercara sus cosas.

Ella se acercó a la silla donde había dejado el abrigo y la mochila. Al cogerlos se quedó quieta en el sitio.

-¿Ocurre algo? –se había quedado paralizada.

-Veo que no has venido solo a que te hiciera ese tatuaje. –dijo algo nerviosa. David no entendió la situación. –lo que más me temía ha comenzado. –susurró. Abrió la mochila sin su permiso. David quiso evitarlo pero ya era demasiado tarde, Andrea había cogido la toalla, la había desenvuelto y había sacado el trozo de piel.

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