Estaba
harto de que le llamaran monstruo, harto de alimentarse de esa asquerosa pecina
que había en la zona estancada del rio, harto de vivir en un lugar tan húmedo.
Ansiaba la libertad, vivir en una calurosa playa y disfrutar de cada una de las
puestas de sol, engordar con el tiempo hinchándose a comer marisco de todo
tipo.
Nunca
había querido la vida que le había tocado, exteriormente era tal y como la
tinta en los libros le describían, vestido de algas, fuerte mandíbula llena de
colmillos y garras capaces de amputar un miembro sin dificultad.
Lo
que estos no describían era su deseo de codearse en fiestas de etiqueta, de
ponerse aparato, y mucho menos de su interés por aprender a tocar el piano.
Le
llamaban monstruo pero no era más que un personaje incomprendido de una
historia que no había escrito él.
Maldito
Lovecraft.
ahh! qué buen relato! El "pobre" monstruo incomprendido,pero,que esconde quizás unos deseos que no se corresponden con su físico. Muy bueno!
ResponderEliminarEl hábito no hace al monje. Encasillamos sin saber y sin conocer.
ResponderEliminarMuy bueno tu micro, amigo Rendan.
Un abrazo.
Me gustó , un relato muy creativo. Besos
ResponderEliminaroooh! tengo que leer a Lovecraft.
ResponderEliminarFeliz jueves.