domingo, 19 de abril de 2015

Caída al reencuentro


Ahogo, nerviosismo, ganas de ir al baño pese a que ya lo había hecho varias veces aquella mañana.

No se sentía bien sin razón aparente, el corazón le latía más de lo habitual y lo podía sentir palpitar una y otra y otra vez en la cabeza, podía escucharlo.

El sudor frío recorría su piel, su cuello, los brazos no paraban de cruzarse, las manos salían y entraban de los bolsillos, las piernas bailaban de un lado a otro pasándose el peso del cuerpo.

Miró el reloj por decimosexta vez para confirmar que aun no había pasado ni un minuto. Tenía dudas, tenía ganas, ansia y pereza a la vez, ¿Por qué estaba allí? Y, ¿Por qué no?

Sabía lo que ocurriría pasados diez minutos, ya había  vivido esa situación demasiadas veces y aun así, no se acostumbraba a esos minutos de espera.

La gente se movía de un lado a otro de la estación siguiendo con su itinerario de aquella mañana. Un megáfono le hizo salir de su inopia anunciándole que el tren, que ya llegaba 30 minutos tarde, estaba acercándose al andén en el que estaba situado.

Las palpitaciones fueron en aumento y en aumento, el baile se hizo más exagerado y las ganas de ir al baño ya eran casi inaguantables además de inventadas.

El tren frenó y rápidamente buscó el vagón que le había dicho, se abrieron las puertas y una marea de personas empezó a salir al exterior.

Estiró el cuello, apartó a empellones a un par de viajantes y la encontró a tan solo unos metros de él.


Tranquilidad, alegría, el nerviosismo de aquella espera desapareció nada más verla, se abrazaron, se besaron, los minutos antes del reencuentro siempre eran estresantes pero el estar con ella lo cambiaba todo de golpe.

2 comentarios:

  1. Así es, los nervios nos sacuden las emociones y no podemos controlar la situación.

    Un abrazo, amigo.

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  2. oh qué precioso! Qué buena descripción de la anticipación del encuentro!

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